Pradanos de Ojeda 

 

CADA DÍA
                                                        

                             

                               -I-

("¡ LA FICCIÓN DE LA UTOPÍA !")

a chorros, el correo electrónico

me trae mensajes indeseados.

 

¡qué hacer, sino suplicaros,

contestad mis cartas que,

con alguna profusión, me prodigo!

 

¡seríais el ángel, que ahuyenta

mensajerías huecas; y pondríamos

al día un pasado que,

muerto, se nos queda!

 

¡si te anunciaras, no tendría que decirme:

no más intrusos en mi casa!

 

 

¡volad, espectros desalmados!

¡tan sólo por unas monedas...! 

¡ah!, si el buzón, lleno se viera

de mensajes nuestros..., ya mis

adversarios no podrían decir:

“el escritor no tiene quien lo escriba.”

 

(20-6-08)

 

 

-I I-

¡ O R F A N D A D !

Te busco, y no te encuentro,

si no es en el brote de las hojas,

en los pájaros primaverales

 o el agua, que retorna.

 

Y mientras tanto, permaneces oculto,

sin verte; si no es en el verde,

que se renueva, en la niebla que asciende

o el caminante con que me topo.

 

Somos, cual extraños personajes,

allegados de otro planeta,

con los pies de barro,

la mirada huída;

oteando la rosa de los vientos

por encontrar el norte.

 

 

Te fuiste; y, en orfandaz nos dejaste:

los signos de los sueños borrosos,

rotos lo símbolos,

zumbándonos a cada vigilia.

 

Mas, a nuestro pesar, clamamos

por tu regreso: tu oquedad abierta,

sobre la brisa tu imagen bogar,

sobre el horizonte latir,

y a contracorriente el misterio.

 

Y, si desterrados vamos a un destino

 incierto, reclamamos tu presencia

-huérfanos de padre,

señor de las ausencias-

en esta madre tierra.

(22.6.08)

 

 

-III-

MANANiAL NiVAL

 

fuentepalacio

 

Ésta es la divisa de nuestra perenne solera,

de la que los pradanenses hacemos gala.

 

 Recurrente y pródiga, reparadora y palaciega,

por beodos chispeantes y cantautores visitada.

 

El cántaro y la garrafa, el botijo y la botella:

contenedores son de porrón y de fina plata.

 

Aquí, la sal y la cal se dan cita, por verla;

  mudando, en coplas de espuma, el agua:

¡ésta siempre pura, siempre buena y fresca,

y siempre brava y caliza de lluvia montana!

 

Con mirarla, sacia su cristal al bracero de la gleba,

 a yuntas y ganados… y a pagos sedientos y obradas.

 

¡Todavía el emigrante su sabor recuerda:

 “desovar” –río arriba- como del salmón la retornada.

 

Amasado el adobe, y forjada la arcilla de humedad,

de oro trigueño se pintan estepas y aradas.

 

Y, si su brillo espejo, gracia y candor refleja,

 los moteja de “sosos” con denostada fama.

 

¡Ésta es agua caliza y dura de leyenda,

 con “deje” a agricultura e historia…, y sana!

 

¡Ella… la forjadora de mieses y cosechas,

al canto de juglares y tañido de campanas!

 

Aquí bebieron clérigos y militares al son de vihuelas;

y bates, como Berceo y Santillana,

San Millán y Manrique, inspiradores de endechas,

 coplas, madrigales y redobles de palmas.

 

Hubo de ser el moro “Moarves”, con su gesta,

quien blasones y herrajes de roble llevara,

de su palacio a la iglesia, en sus puertas…,

dando, de este modo, su historia por contada:

 

así, alimentado el bate de este agua milagrera

escribe versos: “manantial de amor” (sin editar),

“flujo de un tiempo inmemorial” (sin novelar)

 y “la droga de los dioses”(en una caja prisionera …);

“otrosí”: ficciones de“Cuentos para ir a la escuela”

(dichos a peques, por su atención ganar).

 

Y, si “Moarves” fue rúbrica supuesta,

lo es, en internet, la de Noriama,

siendo Mariano San Millán el real,

licenciado en filosofía, maestro y escritor de avanzada,

quien firma estos versos de rima larga.

(25.12.10)

 

-IV-

MAR DE ARCiLLA

Panaderos del redondel dorado,

agrimensores fecundos de la gleba,

trituradores de mieses y eras,

forjadores de espigas y arados.

 

Detened vuestro brío, si cansados

venís, con sudor en la frente queda,

saciad de vuestra sed la pena,

y dad alivio a vuestros  labios.

 

¿Es que no fue dura la jornada,

penosa  la faena,

 altiva la alborada, 

y, de sol a sol, dura la pelea;

que, llegada la luna llena,

dudéis de vuestra merecida soldada?

 mariano san millán lópez-diciembre 2010