Pradanos de Ojeda 


 

       MEMORIAS DEL AYER         

LOS MIL TRABAJOS DE UNA COSECHADORA

1.- LA SIEGA  

    No se sabe bien, hasta dónde, la nueva generación de agricultores desconoce los trabajos, que daba la recolección, para quienes, echado el verano, debían tener los instrumentos de tortura listos y el cuerpo amojamado. 

  Una vez que, por julio, las mieses comenzaban a encerarse, había que tener afilada la guadaña (a pico y martillo), alistada la colodra (y su pizarra) y ajustado el arco guadañil, dispuesto a resistir los embates de cardos, gatuñas e hierbas leporinas.                                                          

   Y, colocado el segador, antes que apuntara el alba, frente a su parcela, (y consumada, al menos, una vuelta a la heredad) ojeaba aquellos corros de siega más adelantados a los que peinaba a golpes de dalle, con los que conseguía engavillar el bálago. Y lo mismo que empuñaba la horca de hierro, pasaba el rastro a las guedejas y amorenaba lo que sería, con la vielda, pienso para su yunta de tiro.

   Una vez que el agostero había peinado el rastrojo, se iba de una finca a otra; comprobando, con asombro, cómo en cuestión de pocos días aquel sol justiciero había caído sobre las leguminosas, cambiándolas de color su flujo vegetativo tan sólo en unas pocas horas.

   No era el ritmo elegido, por tanto, el que le gustara a su propietario, sino el impuesto por su señor, el sol (al que llamaban, cuando calentaba bien, “manolo” o “lorenzo”, según aquella canción, a la que no faltaba en acompañarle con su presencia la señora luna, y darle sentido completo al solsticio, al decir: “al sol le llaman loren…, loren…, loren-zo y a la luna catalina”).

   Eran aquellos primeros días del verano un trasiego en ir y venir andando de los pagos a la mesa, con la guadaña hendiendo el cielo. En la cocina de verano, y al frescor del adobe, un cocido castellano con un vaso de "bon vino" le esperaban, con los que reparar de la royega las fuerzas menguadas de una mañana, que se completaba con una breve y saboreada, pero contenida, siesta frugal.

   Era, a esa hora del mediodía, cuando todo parecía pararse. Hasta el canto sonámbulo de los grillos cesaba, haciendo un alto y dejar paso a las chicharras, a la vez que se apoderaba del poblado solitario una paz, tan sólo rota por el ladrido de algún cánido, celoso de su heredad, mientras los calcinados campos de labor permanecían en absoluta indolencia.

   Pero era el cierzo el que ponía fin a la siesta. Éste se dejaba sentir (con aquel olor a humedad o “boñigo”), cambiando de tercio a la tarde, al colocar -otra vez sobre el hombro de los braceros- aquella cuchilla, con la que perderse en la bastedad de los campos de la siega.

   Era allí, sobre los sembrados de comuña y cebada, donde, entregados a una noria de músculos, los segadores verían ponerse el sol, impregnados por el lento caer de la tarde tras los tesos, en un  mar de pulsos abatidos y sudores, aparecer sobre el horizonte una luna, cuya frigidez les traería sueños de reparación, para entregar sus brazos -otra vez- a la faena de la siega, en los mares de la espiga.

                                   Mariano San Millán López, escritor. Altea (Alicante) 14 de junio de 2009.

 

 

 

 

 ¿LA POLÍTICA EUROPEA?: LA DE LOS MERCADERES 

    De los datos, obtenidos por el  7-J, todo parece indicar que la debacle de sus resultados, tras las votaciones, revela que la tendencia en progresión hacia la derecha, es la consecuencia de una desconfianza del electorado, a que los partidos de centro o izquierdas vayan a sacarnos de la crisis económica con la celeridad que requerimos.

    Que Europa amanezca un día después más conservadora,  y entregue a la derecha los destinos de la crisis, en un gesto de chequera sin contrapartidas, se expone a que  la “corrupción” galopante se cebe aún más  en las instituciones, y esa clase dominante venga a mermar nuestro poder pacifista, mirando  a otra parte, como en general está sucediendo, y en particular en Reino Unido, Italia o España, por citar sólo tres.

   Después de haber evidenciado que el origen de la crisis ha sido el mal comportamiento de los mercados, y la consecuente  desconsideración hacia el mundo laboral, les damos un voto en blanco, para que hagan de nosotros de “padres protectores”, al confiar en sus “pingües” dineros los que vamos de “a pie”.

    Y, si fue el mercado capitalista quien creó las “burbujas de la construcción”, “los paraísos fiscales” y “los tríceps escultóricos” del dinero, ¿por qué vuelve Europa hacia atrás, en su gestión económica? ¿No será que no quiere lidiar ni establecer pugna alguna con el aliado Obama, de cuyo país Busch hizo tanto una mala práctica deportiva de las finanzas que de la guerra de Irak, y resulte ahora que les vengan cortos los recursos para afrontar globalmente la crisis?

    Consecuentemente, ¿no habrá sentido el ciudadano europeo vértigo, a la hora de votar, y se haya dicho que “pague quien rompa” y que sea “el papi” el que corra con los gastos, que para algo fue quien hizo el agujero, y  que lo sabrá enmendar?

    Si los días de incertidumbre sobre la promulgación de la constitución europea no han terminado, y son más los intereses económicos que los políticos de convivencia, en la Europa de los pueblos, ¿qué podremos decir,  ante el peso y balanza del voto: no será más el euro (€) lo que nos une que los lazos de hermandad y gentes, que nos otorgase la diosa protectora con aquel rapto de Europa? 

   (Mariano San Millán López, escritor, incluye este articulo en su web, con el fin de darse a conocer, y llegar a acuerdos comerciales consensuados: t l f .  6 6 2 . 5 6 2 . 8 0 0) . 

 

H u m o  d e  p a l o m a  b l a n c a 

    

 

 

 

    Desde hoy, y hasta que el espíritu santo sople en forma de viento favorable, la curia romana no tendrá forma mejor de comunicación con su pueblo que no sea la que marca la tradición: “la fumata”, símbolo ancestral de tiempos inmemoriales.                                                                                                                                        

     Y esto, porque la costumbre así lo manda y establece; y, como toda buena costumbre, debe ser cumplida por norma, por todos y para todos, como el catolicismo universal impone.                                     

   No obstante, debemos aplaudir y celebrar esfuerzos, por salir de la ambigüedad o el error de largos siglos, en que el  humo santo dio, al adoptar la réplica –tan repiqueteante- de campanas de gloria, en caso del “habemus papam”, si el resultado es positivo; y, el de fumarada ennegrecida, si es negativo.                             

    Al parecer algo cambia mínimamente de un cónclave a otro, para que nada cambie sustancialmente: la mejor forma de mantener un sistema establecido, a cal y canto, para que una institución –con santo temor de dios- no perezca.                                                                                            

   No sólo el ciudadano civil debe mantener, progresar, querer y amar aquellas formas de vida, que le dan seguridad a su vida privada, también aquéllos que defienden una determinada forma privada o pública del hecho religioso, por el hecho mismo de tener derecho a todo respeto.                                                                        

     Los que no han cambiado son los sumisos espectadores de la “piaza di roma”, que siguen comportándose con fe de carboneros de siempre: los sufridos guardadores del sistema establecido, funcionarios de un pequeño y celoso estado; o  los peregrinos de fe pétrea, sin ánimo de cambiarla por otra; pero sí con el derecho y deber de mirar los signos de los tiempos, hacer una lectura interpretativa y comportarse en conciencia como le dicte ésta.                                                                                                                                                

      Ellos saben distinguir por sí mismos la parafernalia de la liturgia, y también mirar al interior de su templo: allí, donde el espíritu de la trascendencia mora y salta, como un ciervo herido.                      

   De hoy, y hasta que el espíritu santo sople en forma de viento favorable, la curia romana no tendrá forma mejor de comunicación con su pueblo que no sea la que marca la tradición: “la fumata”, símbolo ancestral de tiempos inmemoriales.